Introducción
Visionamos en clase, por primera vez para algunos de nosotros, el documental llamado “War photographer”. En él, podemos conocer parte de la historia del aclamado fotoperiodista James Natchwey, quién ha documentado con su cámara algunos de los conflictos más importantes de la historia de nuestro mundo, incluyendo algunos de los lugares más pobres de nuestro planeta. En él, podemos hacernos una idea de la vida y sufrimiento de muchas personas, de las guerras en las que mueren cientos de inocentes, de los maltratos hacia trabajadores en muchos otros países que no son el nuestro. Sin fotógrafos como James Natchwey, seguiríamos ignorando estos acontecimientos.
Reflexión
Cuándo uno termina de ver el documental, la primera idea o duda que asalta su mente (al menos, la mía, si) es: ¿Cómo puede alguien ver todo ese sufrimiento y dolor y no derrumbarse ante él? ¿De dónde sale esa fuerza motivadora que impulsa a seguir documentando historias tan crueles y dolorosas?. Está claro que, el hecho de ser una de las pocas personas de este mundo capaz de ver y captar con una cámara todas esas imágenes para mostrárselas al mundo, debe ayudar a seguir con ello pero, desgraciadamente, ya conocemos casos de fotógrafos que no han soportado ese dolor, ese sentimiento de culpa, hasta el punto de poder con ellos, como es el caso del conocido fotoperiodista Kevin Carter quién, a pesar de conseguir uno de los premios más aclamados, no pudo soportar la presión y críticas recibidas por la famosa fotografía que le hizo ganador del Pulitzer.
James Natchwey, por el contrario, aparenta una fuerza interior y una seriedad que, quizá, sea lo que le ayude a continuar con su enorme labor de informador. En mi opinión, se debe tener muy claro cuál es el enorme objetivo y función de tu trabajo, además de aprender a respetarlo a lo largo de toda una experiencia laboral. Conseguir el respeto y aceptación de personas que están pasando por el peor momento de sus vidas es un reto a conseguir, y Natchwey lo ha logrado. Gracias a él, conocemos hoy en día la vida de estas personas, y la conocemos de la manera más real y verídica: lo vemos con nuestros ojos. Sólo de esa forma puedes hacer al mundo consciente de lo que no ven, y sólo así puedes conseguir que esas personas estén dispuestas a aceptarte con tu cámara, ya que saben que tu, y sólo tu, eres el encargado de llevar su historia al otro lado del mundo.
Existe mucha crítica hacia este tipo de periodistas/ informadores, en mi opinión, siempre críticas sin fundamento, ya que criticar el trabajo y esfuerzo (además del riesgo que sufren) de estos fotógrafos es muy sencillo desde detrás de una pantalla, tu sofá o un periódico digital. Casualmente, las personas que critican este tipo de causas, son siempre aquellas que no se envuelven ni arriesgan por nada, excepto por ellos mismos. Para entender y comprender esta labor periodística es necesaria una gran capacidad de empatía. ¿Seríamos nosotros capaces de realizar un trabajo así? ¿Estaríamos dispuestos a privarnos de muchas de las cosas que nos aporta la vida, por jugarnos la vida con nuestra cámara en una trinchera llena de guerrilleros? ¿Seríamos capaces de dormir con la imagen de niños masacrados en nuestras mentes? ¿Hasta que punto ayudan estos fotógrafos con su labor? Todas esas preguntas requieren respuestas que, para poder responder, hemos de encontrarnos en la misma situación y, aún así, la respuesta a muchas de ellas, siempre será un sonado y rotundo NO. Por mi parte, admiro y respeto enormemente el trabajo de estos profesionales, para los que, en la mayoría de los casos, no existe admiración ni reconocimiento suficientes. Aún así, estoy completamente segura, de que no es reconocimiento ni fama lo que persiguen con sus imágenes, si no algo mucho más valioso e importante: buscan la verdad.